MUSEO COLONIAL CHARCAS
Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de ChuquisacaLa historia del Museo Colonial Charcas se remonta a principios del siglo XX, cuando un grupo de intelectuales chuquisaqueños, encabezados por el Dr. Zacarías Benavides, conformó el Ateneo de Bellas Artes de Chuquisaca con el propósito de rescatar y conservar el legado artístico de la época colonial. Este ateneo, integrado por distinguidos caballeros de la ciudad de Sucre, fue fundado en 1937 y, dos años después, en 1939, estableció la Academia de Bellas Artes, marcando el inicio formal de una labor sistemática de recuperación del patrimonio.
Gracias a la visión de este grupo, ese mismo año, en 1939, se fundó oficialmente el Museo Colonial Charcas, con el objetivo de conservar, investigar y exhibir las obras artísticas y documentos que formaban parte del patrimonio colonial acumulado por siglos en conventos, iglesias y bibliotecas. Entre las piezas reunidas, muchas provenían de antiguas órdenes religiosas presentes en Sucre durante la época virreinal —como los jesuitas, franciscanos y dominicos—, quienes trajeron consigo valiosas expresiones de arte sacro que con el tiempo se integraron al acervo del museo.


El 27 de mayo 1957, la administración del museo y de la academia de Bellas Artes fue transferida a la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca (USFX), integrándolos a su misión institucional de protección del patrimonio cultural y formación académica y artística. Desde entonces, el museo se consolidó como uno de los espacios más importantes para la conservación, estudio y difusión del arte virreinal en Bolivia.
El museo funciona actualmente en un hermoso edificio de mediados del siglo XVII, conocido históricamente como el Palacio del Gran Poder. Esta majestuosa casona colonial perteneció originalmente a los Marqueses de Casa Palacio, y posteriormente fue propiedad de las familias Soto, Mina y Fernández de Córdoba. Su arquitectura representa fielmente el estilo andino-barroco, con un patio interior de estilo morisco, columnas robustas, corredores de piedra, balcones coloniales y techos con vigas de madera nativa.
El edificio fue restaurado en varias ocasiones, especialmente tras el terremoto de 1948, y entre los años 2012 y 2018, gracias al apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), se realizaron importantes trabajos de conservación que permitieron modernizar la museografía y los sistemas de preservación sin alterar la esencia histórica del inmueble.
De lunes a viernes
– Mañanas de 09:00 a 12:30
– Tardes de 14:30 a 18:15
Sábado de 09:00 a 12:45
Domingo y Feriados Cerrado
– Visitantes Extranjeros: Bs. 30
– Visitantes Nacionales: Bs. 20
– Estudiantes Nacionales: Bs. 10
– Personas discapacitadas – Tercera edad: Ingreso Gratuito
– Visitas guiadas
– Información
– Conservación Preventiva
– Investigación
– Talleres
– Actividades Recreativas
– Exposiciones Temporales
– Exposiciones temporales
– Talleres educativos (para estudiantes)
– Actividades recreativas(para estudiantes)
– Actividades recreativas(otros sectores)
– Actividades culturales
SALAS DE EXHIBICIÓN
Entre el misticismo y el naturalismo Barroco
La Escuela de Charcas durante el barroco se caracterizó por obras religiosas con fuertes contrastes lumínicos, distintas del estilo italiano. Fue influida por artistas europeos como Francisco de Zurbarán, cuyo taller envió series pictóricas a América. Estas obras incluían retratos de santos y fundadores religiosos, muchas veces encargadas por iglesias locales. La escuela adoptó el estilo de Zurbarán, pero lo adaptó suavizando formas y colores, integrando también influencias flamencas y del virreinato. Algunos cuadros en esta sala muestran esta mezcla estilística única.

Pinturas sobre cobre y tablas llegadas de Amberes
Durante los siglos XVI y XVII, Amberes fue un centro clave de impresión y difusión de arte religioso en Europa. Desde allí, grabados e imágenes católicas fueron enviados a los virreinatos americanos, influyendo en los artistas de Charcas, tanto europeos como locales. Además, se reutilizaron planchas de cobre como soporte para pinturas al óleo, una técnica flamenca anterior al uso del lienzo. Las obras expuestas muestran la fuerte influencia artística flamenca, especialmente de Rubens y otros grabadores, en la pintura colonial de la región.

Brocados y encajes en la pintura barroco mestizo
El Barroco mestizo se caracteriza por una rica ornamentación con dorados y encajes, influido por estilos europeos como el Rococó, el gótico flamenco y el arte bizantino. En la región de Charcas, este estilo reflejaba no solo un gusto estético, sino también un deseo de ostentación por parte de élites sociales y religiosas.
A partir de 1688, la separación de los pintores indígenas de los gremios y la colaboración entre criollos y escultores fomentaron un nuevo lenguaje visual: el brocateado, técnica que imitaba los textiles dorados sobre figuras talladas. Este estilo, muy popular en el siglo XVIII, fue adoptado por artesanos y grandes maestros como Gaspar Miguel de Berrío y Manuel de Córdova, convirtiéndose en un rasgo distintivo del arte virreinal en Charcas.

Destacados artistas de la Real Audiencia de Charcas
Tras la desaparición de los manieristas como Bitti. A partir del siglo XVII, surgió una escuela pictórica local liderada por artistas como F. A. de Padilla, caracterizada por temas religiosos como la penitencia y la conversión. En el siglo XVIII, con pintores como Ambrosio Villarroel y Oquendo, la escuela recuperó su prestigio y adoptó un estilo más contenido, dando paso al Neoclasicismo.


La ruta Limeña, Altoperuana y de las misiones a la villa de la Plata
Durante los siglos XVII y XVIII, el comercio con Oriente influyó en el diseño de muebles virreinales, destacando decoraciones con barnices, conchas y motivos florales. Aunque se creía que el Alto Perú no producía muebles decorados, investigaciones recientes muestran lo contrario: se elaboraban bargueños, escritorios y arcones con gran calidad artesanal.
Estos muebles llegaron a la Villa de La Plata (Sucre) desde Lima, pasando por las misiones jesuíticas o vía el río de La Plata. Algunos también fueron fabricados localmente con maderas tropicales, evidenciando una rica tradición artesanal en ciudades como La Paz, Cochabamba y Tarija.


Escritorio Colonial
La fundación de la Real Audiencia en La Plata en 1561 convirtió a esta ciudad en el centro administrativo, comercial y cultural del territorio de Charcas. Esta importancia promovió la creación de espacios de trabajo en palacios y casonas, como el que recrea este Museo Colonial.
En estos escritorios trabajaban autoridades coloniales, universitarios y figuras intelectuales, desarrollando tareas políticas, judiciales y académicas. La lectura, la escritura y la reflexión eran parte esencial de estos ambientes.
Los muebles utilizados —mesas, sillas, bargueños y más— eran en su mayoría de fabricación local, aprovechando la riqueza forestal y la habilidad de los carpinteros andinos. Sin embargo, también llegaban muebles y objetos de lujo desde Lima, Europa y Asia, gracias a rutas comerciales virreinales como el tráfico entre Manila, Acapulco y el Callao, reflejando el gusto refinado de la élite de la época.


Devoción Mariana en la Real Audiencia de Charcas
La veneración a la Virgen María en la Real Audiencia de Charcas fue una de las expresiones más significativas del catolicismo colonial. Desde su proclamación como Madre de Dios en el Concilio de Éfeso (431), su imagen ha acompañado la práctica religiosa tanto en Oriente como en Occidente.
Con la llegada de los evangelizadores al Nuevo Mundo, las advocaciones marianas —como la del Rosario, del Carmen, del Pilar o la Inmaculada— se expandieron, muchas veces adoptando rasgos locales. Ejemplo de ello es la Virgen de Pomata, con su tocado emplumado, o la Virgen del Callao, surgida tras un milagro atribuido a una imagen mariana.
Las representaciones de la Virgen pueden agruparse en dos tipos: una joven radiante en su Inmaculada Concepción o Asunción, y otra como Madre dolorosa junto al Niño Jesús. En todas sus formas —ya sea entronizada con corona y cetro, o con un aire tierno y cercano— la imagen de María busca inspirar oración, fe y consuelo.


Guardián de Cabecera: Los Crucifijos en la Villa de La Plata
La fundación de la Real Audiencia en La Plata en 1561 convirtió a esta ciudad en el centro administrativo, comercial y cultural del territorio de Charcas. Esta importancia promovió la creación de espacios de trabajo en palacios y casonas, como el que recrea este Museo Colonial.
En estos escritorios trabajaban autoridades coloniales, universitarios y figuras intelectuales, desarrollando tareas políticas, judiciales y académicas. La lectura, la escritura y la reflexión eran parte esencial de estos ambientes.
Los muebles utilizados —mesas, sillas, bargueños y más— eran en su mayoría de fabricación local, aprovechando la riqueza forestal y la habilidad de los carpinteros andinos. Sin embargo, también llegaban muebles y objetos de lujo desde Lima, Europa y Asia, gracias a rutas comerciales virreinales como el tráfico entre Manila, Acapulco y el Callao, reflejando el gusto refinado de la élite de la época.
Soberanía, Triunfos y Emblemas Morales
Durante los siglos XVII y XVIII, la defensa de la Eucaristía fue un tema central en el arte virreinal hispano, reflejando la lucha de los monarcas católicos —como Felipe II y Carlos V— contra protestantes y otomanos. Las obras mostraban a estos reyes como guardianes del sacramento, protegiendo la hostia consagrada del «sultán otomano» y otras amenazas simbólicas.
Los lienzos expuestos están inspirados en estampas europeas, particularmente en una serie diseñada por C. Boel y M. Merian. Estas representaciones celebraban la gloria de la Iglesia y la virtud, en contraposición al caos y el fraude.
Un ejemplo destacado es la imagen del Tratado de Cambrai, donde Carlos V aparece triunfante junto a Fernando II de Austria. Otro lienzo, titulado «Triunfo de la Virtud», destaca por su estilo solemne y moralizante, siguiendo el modelo de los emblemas de Horacio y Vaenius (1607-1612).
Estas obras fueron concebidas para espacios como universidades o sedes administrativas, y su función era exaltar la soberanía, la fe y los valores éticos que guiaban el poder virreinal.
El Patrón Celestial de la Villa de La Plata
El arcángel San Miguel fue una figura central en la devoción de la Real Audiencia de Charcas, destacando como protector celestial y líder de las milicias divinas. Su imagen fue ampliamente representada en cuadros, especialmente en la famosa serie de ángeles arcabuceros, siendo la colección de Calamarca (Bolivia) una de las más completas.
La ciudad de La Plata fue fundada en 1538 bajo la protección de San Miguel, coincidiendo con la llegada de la evangelización cristiana. En el contexto de la extirpación de idolatrías, su figura simbolizaba la victoria espiritual sobre el mal, como se refleja en las representaciones donde somete al demonio bajo sus pies.
Las obras conservadas en el museo lo muestran armado, coronado y acompañado de ángeles. Algunas de estas imágenes, de estilo cuzqueño, datan del siglo XVII, mientras que otras, como una de factura académica, pertenecen al siglo XIX.

“Trinidad Santa, Un Solo Dios”
La Santísima Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— es uno de los pilares fundamentales del cristianismo. Proclamada como dogma en el Concilio de Nicea (325), su representación artística comenzó en tiempos del Imperio Romano.
En el arte virreinal, los artistas siguieron modelos bizantinos y góticos tardíos para representar la Trinidad, a menudo como tres ángeles o como Cristo acompañado del Padre y el Espíritu Santo. Esta tradición se extendió en América hasta fines del siglo XVIII, aunque fue limitada por las disposiciones del Concilio de Trento, que prohibió ciertas imágenes por temor a interpretaciones idolátricas.
Durante el Barroco hispanoamericano, surgieron representaciones únicas que combinaban la Trinidad divina con la Trinidad humana —Jesús, María y José—, reflejando una intensa devoción familiar. Estas escenas se plasmaron especialmente en episodios de la infancia de Cristo.
MAESTRO DE MAESTROS: MELCHOR PÉREZ HOLGUÍN Y SU ESTELA
La conciencia de la valía personal y el deseo de perdurar en la memoria marca la obra del cochabambino Melchor Pérez de Holguín. Consciente del poderío económico y social de Potosí, se trasladó allá para aprender pintura, arte en el que ya era maestro en 1678, según certifica el contrato suscrito con un aprendiz.
Influenciado por artistas hispanos como Morales, Zurbarán o Valdés Leal, y por grabados de Wierix y Rubens, consagró su vida a una pintura de temática sagrada firmada y datada hasta 1732. En ella se repiten series de evangelistas, destacando el San Juan Paz por su calidad pictórica y firma. Su estilo, con figuras de canon acortado, rostros de rasgos duros y ojos húmedos, fue ampliamente seguido en el siglo XVIII.
También realizó visiones del Juicio Final o La Barca de la Iglesia, basadas en estampas francesas y flamencas. Su obra más personal fue La entrada del virrey Morcillo a Potosí (Museo de América, Madrid), donde se autorretrata con su firma. Esta actitud crítica lo convierte en el artista más conocido del virreinato.
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